
The Economist lanza dura crítica al gobierno y enciende alertas sobre el rumbo institucional del país.
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Bogotá, junio 27 de 2025 — Una sombra crece sobre la Casa de Nariño. Esta semana, el influyente semanario británico The Economist publicó un artículo titulado “El terrible presidente de Colombia se desespera”, en el que lanza una demoledora crítica contra el presidente Gustavo Petro, describiéndolo como un líder aislado, impaciente y cada vez más confrontacional.
El texto, lejos de ser una simple opinión editorial, traza un perfil alarmante de la presidencia colombiana en su tercer año, señalando una gestión marcada por el desgaste político, el fracaso de sus reformas estructurales y un preocupante coqueteo con figuras autoritarias de cambio institucional.
El análisis británico no escatima adjetivos. Describe a Petro como un mandatario que “gobierna desde el atril”, más centrado en discursos encendidos y en la confrontación directa que en la negociación legislativa o el consenso técnico. La revista destaca el naufragio de las reformas en salud, pensiones y trabajo, y sugiere que el presidente estaría contemplando una asamblea constituyente no como solución democrática, sino como atajo político.
Para The Economist, lo verdaderamente inquietante no es el fracaso de las reformas, sino la forma en que el mandatario ha reaccionado a la resistencia institucional: alimentando narrativas de polarización y asumiendo una postura desafiante ante las cortes, el Congreso y los medios.
Los temores se extienden más allá de la política interna. El semanario advierte que Colombia podría estar entrando en una fase de inestabilidad institucional y económica, lo que podría ahuyentar inversiones, deteriorar la confianza externa y agravar los ya visibles signos de desaceleración.
Aunque el Gobierno no ha respondido oficialmente, el impacto del artículo ha sido inmediato. Voces en redes sociales, medios nacionales y sectores políticos se han dividido: para algunos, se trata de una advertencia seria sobre los riesgos del personalismo presidencial; para otros, es un ataque ideológico disfrazado de análisis, proveniente de un medio históricamente escéptico frente a gobiernos de izquierda en América Latina.
Sin embargo, hay una constante que inquieta: la soledad política de Gustavo Petro. Sus principales aliados han comenzado a marcar distancia, las calles ya no muestran el fervor de campaña, y su relación con el Congreso parece irreparable. A esto se suma una creciente vigilancia internacional que, como lo refleja The Economist, comienza a cuestionar si Colombia está siendo gobernada o improvisada.
En este nuevo escenario, la pregunta ya no es si Petro logrará aprobar sus reformas, sino si logrará terminar su mandato sin enfrentar una fractura institucional de mayores proporciones.
Y mientras el país observa expectante, el presidente parece decidido a avanzar, aunque el camino por delante se torne cada vez más estrecho… y solitario.
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