La ofensiva más fuerte en años pone a Siria en el epicentro de la atención internacional, con cientos de muertos y un futuro incierto
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En los últimos días, Siria ha revivido las sombras de su guerra civil con una ofensiva sin precedentes liderada por el grupo islamista Hayat Tahrir al-Sham (HTS). La incursión, que se centra en la provincia de Alepo, ha dejado más de 300 muertos en apenas cuatro días y amenaza con cambiar el equilibrio de poder en este conflicto que lleva más de 13 años.
El ataque ha puesto en jaque al régimen de Bashar al-Assad, que enfrenta el mayor desafío militar en años. Aunque respaldado por Rusia, el gobierno sirio ha reconocido la pérdida de territorio estratégico, incluido el aeropuerto de Alepo, mientras se intensifican los bombardeos para contener a los insurgentes.
Este nuevo capítulo de violencia llega en un momento de tensión generalizada en Medio Oriente, con conflictos activos en Gaza y el Líbano. Analistas señalan que la debilidad de aliados clave como Hezbolá e Irán ha alentado a los rebeldes a aprovechar la oportunidad.
Mientras tanto, los sirios se enfrentan nuevamente a la incertidumbre y el desplazamiento, en una guerra que ha dejado más de medio millón de muertos y millones de refugiados. Este recrudecimiento refleja la complejidad del tablero geopolítico, donde Rusia, Turquía e Irán desempeñan roles determinantes en el destino del país.
En el horizonte no se vislumbra una solución definitiva, pero lo que es evidente es que la estabilidad en Siria sigue siendo un espejismo, atrapada entre intereses internacionales y luchas internas.
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