
Internacional | Por: Ethan Lyn Chen
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En medio de la madrugada, una lluvia de misiles y drones sacudió Kyiv, capital de Ucrania, dejando a su paso una estela de muerte, destrucción y miedo. Fue el ataque más letal en nueve meses, con al menos ocho muertos confirmados, decenas de heridos y una ciudad atrapada bajo los escombros. Las sirenas sonaron durante seis horas seguidas, anunciando un bombardeo que trajo a la memoria los primeros y más oscuros días de la guerra.
La ofensiva rusa no solo impactó físicamente a Ucrania, sino que también agitó las tensiones diplomáticas globales. Donald Trump, expresidente de Estados Unidos, explotó en su red Truth Social con un mensaje directo y dramático: “¡Vladimir, DETENTE!”. Aunque insistió en la necesidad de un acuerdo de paz, su reacción generó controversia, especialmente tras conocerse una supuesta propuesta de Washington que incluiría el reconocimiento de la soberanía rusa sobre Crimea, algo inaceptable para el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky.
La respuesta de Zelensky no se hizo esperar. Interrumpió su visita a Sudáfrica y regresó de inmediato a Kyiv, declarando que Rusia había violado un alto el fuego propuesto hace 44 días, mientras pedía con urgencia el fortalecimiento de las defensas aéreas del país.
Desde Moscú, el Ministerio de Defensa ruso aseguró haber cumplido con sus objetivos estratégicos en los ataques, dirigidos a infraestructura militar e industrial ucraniana. Sin embargo, las imágenes y testimonios en el terreno hablan de viviendas destruidas, niños hospitalizados y equipos de rescate buscando sobrevivientes entre ruinas.
En paralelo, las tensiones entre Trump y Zelensky escalaron. El mandatario estadounidense criticó duramente al líder ucraniano, acusándolo de obstaculizar las negociaciones de paz y de emitir declaraciones incendiarias. Mientras tanto, su vicepresidente J. D. Vance amenazó con retirar a Estados Unidos de las conversaciones si no se lograban avances concretos.
Los ataques también forzaron la suspensión de una reunión ministerial clave en Londres, que debía reunir a representantes de Ucrania, Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Alemania. En su lugar, solo asistieron funcionarios de menor rango, tras la retirada del secretario de Estado estadounidense.
A pesar de la devastación y las tensiones diplomáticas, el presidente Zelensky reafirmó su postura de defensa inquebrantable del territorio ucraniano y denunció la violencia como una táctica de intimidación del Kremlin. Mientras tanto, el enviado de Trump para Medio Oriente, Steve Witkoff, se prepara para reunirse con Putin en Moscú, en un intento de mantener abiertas las líneas de negociación.
El bombardeo de Kyiv no solo reaviva el horror de una guerra que parece no tener fin, sino que también expone la fragilidad de los canales diplomáticos en un conflicto cada vez más polarizado. Mientras Ucrania busca apoyo internacional urgente, el tablero geopolítico se llena de incertidumbre, y las voces de la paz se ven ahogadas por el estruendo de los misiles.
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