Lo que debía ser una solución humanitaria se convierte en otro episodio de dolor y confrontación
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La Franja de Gaza, asfixiada por el conflicto y el bloqueo, fue escenario de un nuevo estallido de desesperación. La puesta en marcha del sistema de reparto de ayuda impulsado por Israel y gestionado por la Fundación Humanitaria para Gaza (GHF), con respaldo de Estados Unidos, ha provocado una jornada de horror: tres muertos, decenas de heridos y una oleada de indignación internacional. Lejos de calmar los ánimos, la medida ha reavivado las tensiones y sumido a la población palestina en una espiral de incertidumbre.
El mecanismo, implementado al margen de la ONU y sin coordinación con organizaciones palestinas, prometía eficiencia. Pero en su debut en Rafah, solo entregó caos. El modelo exige que los ciudadanos caminen largas distancias y se identifiquen mediante escáneres de iris, una condición que ha sido tachada de humillante y represiva. Para miles de gazatíes hambrientos, ese camino por un saco de arroz se convirtió en una marcha hacia el peligro.
El primer día de la operación quedó marcado por imágenes de multitudes desesperadas que colapsaron los puntos de entrega. La falta de coordinación, sumada a una fuerte presencia militar, derivó en estampidas y momentos de pánico. Algunos testigos aseguran que soldados israelíes dispararon al aire para controlar a la multitud. Las balas no solo retumbaron en el cielo: tres palestinos murieron, decenas fueron heridos y el mundo volvió a mirar con horror.
“La escena es desgarradora”, denunció un vocero de Naciones Unidas, que ha condenado el nuevo sistema por excluir la imparcialidad humanitaria que exige el derecho internacional. En un comunicado, la ONU reiteró su rechazo a cualquier distribución de ayuda condicionada por criterios militares o de vigilancia tecnológica.
Desde que Israel impuso un bloqueo total sobre Gaza en marzo, la situación se ha vuelto insostenible. Más de 54.000 muertos y 123.000 heridos han sido documentados desde octubre de 2023. Los corredores humanitarios son escasos, las reservas de alimentos están agotadas y los hospitales apenas funcionan. Según la Organización Internacional para las Migraciones, casi 180.000 personas han sido desplazadas tan solo en la última semana.
A pesar del desastre, Israel defiende su nuevo modelo. Afirma que garantiza mayor seguridad en la entrega de ayuda y evita que Hamas la desvíe. Pero las voces en contra se multiplican: organismos de derechos humanos, gobiernos extranjeros y líderes religiosos coinciden en un punto clave —no se puede llamar “humanitaria” a una operación donde hay víctimas antes que víveres.
La incógnita que pesa sobre Gaza no es solo cómo sobrevivirá su población al hambre y al fuego cruzado. Es si el mundo permitirá que la ayuda humanitaria sea convertida en un instrumento de control y violencia.
📌 La tragedia continúa. Y con cada jornada, el dolor de Gaza se vuelve más difícil de ignorar.
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