La renuncia del empresario sacude a Washington y deja en vilo el futuro de sus reformas
Musk, conocido por su visión futurista en el mundo empresarial, intentó aplicar su lógica de disrupción tecnológica al aparato estatal. Pero en el juego político, los algoritmos no siempre predicen el caos. Su mandato, iniciado con promesas de eliminar el despilfarro y digitalizar procesos anquilosados, se transformó pronto en una sucesión de titulares que dividieron opiniones: despidos fulminantes, cierres de oficinas estatales y recortes que, aunque eficaces en cifras, alarmaron a múltiples sectores.
El punto de quiebre: el presupuesto y Trump
La fractura con Trump no se produjo de la noche a la mañana, pero sí explotó en un punto clave: el presupuesto. Mientras el presidente promovía una expansión del gasto militar y subsidios energéticos, Musk criticó duramente lo que llamó "una arquitectura fiscal suicida". En una reunión privada filtrada por fuentes cercanas, se dice que Musk calificó el nuevo plan de gasto como "una bomba de tiempo inflacionaria". Poco después, su renuncia fue oficial.
Empresas al borde y una imagen desgastada
Fuera del ala oeste, los efectos de su incursión política fueron también notorios. Las acciones de Tesla y SpaceX sufrieron caídas importantes durante su periodo gubernamental, afectadas por su presencia dividida y el rechazo que generó entre consumidores progresistas su cercanía con Trump. Musk, sin embargo, ha insistido en que su participación fue "por deber cívico, no por ideología".
¿Qué viene ahora?
Musk ha asegurado que continuará "asesorando informalmente" a la Casa Blanca, una frase que ha despertado temores sobre su verdadera influencia en las sombras del poder. Mientras tanto, el DOGE queda acéfalo, y los defensores de sus reformas temen que los avances logrados sean revertidos por intereses políticos tradicionales.
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