
Países como Colombia, Brasil y Perú buscan alternativas ante la amenaza a miles de millones en exportaciones
El anuncio, hecho días antes de la Cumbre de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) en Honduras, plantea un desafío urgente: cómo preservar la competitividad en un mercado que representa miles de millones de dólares al año para los países de la región. Mientras México se salva gracias al T-MEC, naciones como Colombia —segundo proveedor de café de EEUU— podrían ver reducidas sus ventas ante competidores que enfrentan menores barreras comerciales.
En 2024, las exportaciones agrícolas de Colombia a Estados Unidos alcanzaron los 3.642 millones de dólares, destacándose productos como el café (1.100 millones), el banano, las flores y el aguacate hass. Ecuador, por su parte, mantiene una posición sólida con 5.043 millones de dólares en bienes no petroleros, aunque ya negocia condiciones más favorables para enfrentar esta nueva realidad. Perú, con un comercio agrícola valuado en 9.200 millones, también se ve forzado a replantear sus estrategias, al igual que Chile y Uruguay, que dependen del mercado norteamericano para productos clave como las uvas, los arándanos y la carne bovina.
Argentina enfrenta un escenario mixto: si bien productos como la miel y los limones podrían verse afectados, otros como el vino y el aceite de oliva podrían beneficiarse de un reacomodo en las preferencias del consumidor estadounidense.
Centroamérica y el Caribe esperan ser excluidos del impacto gracias al tratado DR-CAFTA, aunque países como Costa Rica, Honduras y Guatemala advierten que productos como el café, el banano y el azúcar están en la línea de fuego. Panamá y República Dominicana también esperan protección bajo sus tratados bilaterales, pero no descartan ajustes.
El Banco Mundial había proyectado un crecimiento del 2,5 por ciento para América Latina en 2025, pero estas proyecciones podrían cambiar si las exportaciones agrícolas se desaceleran. Aunque los gobiernos de la región analizan medidas conjuntas, la urgencia recae ahora en diversificar mercados, fortalecer tratados comerciales con Europa y Asia, y promover el valor agregado en la cadena agroindustrial.
La imposición arancelaria representa un nuevo episodio en la compleja relación comercial entre Estados Unidos y Latinoamérica. Pero también plantea una pregunta crucial para el futuro económico de la región: ¿pueden los países latinoamericanos reinventar su comercio exterior o quedarán atrapados en una nueva era de proteccionismo global?
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