
Catatumbo en llamas: cómo el régimen venezolano y el Ejército de Liberación Nacional coordinan una estrategia de control territorial y exterminio
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El Catatumbo, una de las regiones más conflictivas de Colombia, está siendo testigo de una sangrienta guerra orquestada por actores que trascienden sus propias fronteras. Según revelaciones de SEMANA, el reciente aumento de violencia en la zona no es solo el resultado de disputas entre grupos criminales locales por el control del narcotráfico, sino que responde a un plan meticulosamente diseñado por la dictadura venezolana y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) para asegurar su influencia y retaguardia estratégica.
Un equipo periodístico se adentró en la región y desveló que esta ofensiva es parte de un esfuerzo conjunto entre el régimen de Nicolás Maduro y el ELN. Fuentes de inteligencia, altos mandos militares, líderes sociales y cocaleros corroboran que las fuerzas bolivarianas están financiando y apoyando militarmente al ELN para exterminar a las disidencias de las Farc en la frontera. Este movimiento, aseguran, busca blindar al gobierno chavista de amenazas externas y mantener su control sobre una región clave para sus operaciones ilícitas y su seguridad territorial.
El vínculo entre el ELN y el régimen de Maduro no es nuevo, pero los recientes acontecimientos demuestran que esta relación ha evolucionado hacia una alianza militar estratégica. “El ELN es la contención en la frontera en caso de cualquier invasión que ataque a la revolución venezolana. Eso está clarísimo. Siempre ha sido así”, declaró un alto mando de la fuerza pública colombiana bajo reserva. Según esta fuente, el ELN, debilitado por las disidencias de las Farc, se convirtió en un instrumento clave para el régimen venezolano, especialmente en un contexto de crecientes tensiones políticas y amenazas de intervención internacional.
El exterminio de las disidencias, conocido como estructura 33 de las Farc, no fue un acto espontáneo. De acuerdo con las investigaciones, este plan comenzó a gestarse en 2024, coincidiendo con la llegada al Catatumbo del cartel de los Soles, una organización narcotraficante liderada por altos representantes de la dictadura venezolana. Este cartel no solo aportó financiamiento en moneda colombiana, sino que también utilizó su poder estatal para destruir campamentos, bombardear posiciones y forzar a las Farc a abandonar el territorio venezolano.
Alexánder Díaz Mendoza, alias Calarcá, comandante de las disidencias, confirmó que los militares venezolanos han jugado un papel activo en la guerra. Según su testimonio, algunos soldados venezolanos participan directamente en operaciones del ELN, regresando luego a sus cuarteles como si nada hubiese ocurrido. Estas declaraciones fueron respaldadas por mandatarios locales que denunciaron cómo las fuerzas bolivarianas expulsaron a las Farc de su territorio, empujándolas hacia Colombia y facilitando su exterminio a manos del ELN.
El presidente Gustavo Petro ha señalado directamente a alias Pablito, uno de los principales comandantes del ELN, como responsable de esta estrategia de control fronterizo. Según Petro, el objetivo del ELN no es solo monopolizar el narcotráfico en el Catatumbo, sino también consolidarse como un actor político y militar con influencia regional. Las disidencias, por su parte, representan una amenaza para el régimen de Maduro, ya que su fortalecimiento podría desestabilizar la relación histórica entre el ELN y la revolución bolivariana.
Históricamente, el ELN ha sido el principal escudo de seguridad de Maduro en la frontera con Colombia. Este grupo guerrillero no solo le proporciona protección territorial, sino que también actúa como un brazo operativo para mantener el control sobre economías ilegales y neutralizar posibles amenazas a su régimen. Las recientes acciones del ELN en Arauca, donde exterminaron a las disidencias y tomaron el control del 90 % del territorio, son un ejemplo del modelo que buscan replicar en el Catatumbo.
El plan del ELN incluye tres objetivos principales: monopolizar las economías ilegales, influir en la gobernanza local mediante la infiltración en organizaciones sociales y fortalecer su capacidad militar para expandir su control territorial. Estas estrategias, combinadas con el respaldo militar y financiero del régimen venezolano, han generado un clima de terror en la región, dejando a las comunidades locales atrapadas en medio de la violencia.
La situación en el Catatumbo es un recordatorio de cómo las dinámicas del conflicto colombiano están cada vez más influenciadas por actores internacionales y agendas políticas transnacionales. Mientras el gobierno colombiano busca avanzar en un proceso de paz con el ELN, la relación de este grupo con el régimen de Maduro plantea serios desafíos para cualquier intento de resolución del conflicto.
La guerra en el Catatumbo no es solo una disputa por el control del narcotráfico; es una batalla estratégica con implicaciones geopolíticas que afectan no solo a Colombia, sino también a toda la región. En este escenario, las comunidades locales siguen siendo las principales víctimas de una guerra que parece no tener fin.
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