
Internacional | Por: Ethan Lyn Chen
Gobiernos y pueblos de todos los continentes se despiden del papa latinoamericano que defendió a los más débiles y tendió puentes entre culturas y religiones
Giorgia Meloni, primera ministra de Italia, lo recordó como un pastor firme en la búsqueda del bien común, mientras que Vladimir Putin destacó su papel conciliador con la Iglesia Ortodoxa Rusa. Emmanuel Macron encendió las luces de París para honrar su legado, y Luiz Inácio Lula da Silva declaró luto nacional en Brasil. Desde India hasta Canadá, pasando por Israel, Dubái, el Congo y México, el papa fue despedido como un símbolo de esperanza, entendimiento y reconciliación global.
En un mundo fracturado por conflictos, exclusión y crisis moral, Francisco se convirtió en faro ético, promoviendo el diálogo interreligioso y la acción urgente frente al cambio climático. No rehuyó los temas difíciles: pidió perdón a los pueblos indígenas de Canadá, condenó el colonialismo en África y abogó por una Iglesia más humilde y comprometida. Su visión no se limitó a los fieles católicos: fue un referente para creyentes y no creyentes, un líder espiritual cuya humanidad lo convirtió en figura de unidad en tiempos convulsos.
La historia recordará a Jorge Mario Bergoglio no solo como el primer papa latinoamericano, sino como un guía global que entendió que el poder espiritual debe ejercerse con ternura, humildad y coraje. Su mensaje resuena más allá del Vaticano, sembrando semillas de justicia, paz y dignidad que el mundo seguirá recogiendo por generaciones.
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