
Con sotana roja, rosario en mano y su estilo austero, inicia el adiós al pontífice más humano del siglo XXI
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El Vaticano abrió al mundo una de las imágenes más conmovedoras de la historia reciente de la Iglesia Católica: el papa Francisco, fallecido el lunes a los 88 años, yace dentro de su féretro en la capilla de la Casa Santa Marta, lugar que fue su residencia desde el inicio de su pontificado en 2013. Vestido con una sotana roja, mitra blanca y un rosario negro entrelazado en las manos, su figura transmite la serenidad de quien partió en coherencia con su vida: humilde, pastoral, profundamente espiritual.
La fotografía, tomada durante el acto de constatación oficial de su muerte, forma parte del protocolo que se activa tras el deceso de un Papa. El cuerpo del pontífice fue dispuesto en un ataúd de madera sobrio, forrado en terciopelo rojo, rodeado de sus colaboradores más cercanos y cardenales residentes en Roma. La escena anticipa el inicio de una serie de homenajes que conmoverán a millones de fieles en todo el mundo.
Este miércoles 23 de abril, el cuerpo será trasladado a la Basílica de San Pedro para la instalación de la capilla ardiente. Miles de peregrinos se darán cita para despedirse de Francisco, el primer papa latinoamericano y uno de los más influyentes en la historia reciente. El Vaticano ha comenzado ya las congregaciones generales del Colegio Cardenalicio, paso previo al cónclave donde se definirá a su sucesor. La primera reunión fue presidida por el decano Giovanni Battista Re, quien citó también a los cardenales mayores de 80 años, aunque su participación es voluntaria.
Aunque la fecha exacta del funeral aún no ha sido confirmada, se prevé que tenga lugar entre el viernes y el domingo, de acuerdo con el protocolo litúrgico establecido por el propio Francisco en el documento Ordo Exsequiarum Romani Pontificis. Según medios italianos, se espera la asistencia de cerca de medio millón de personas en la ceremonia, incluyendo jefes de Estado, líderes religiosos y representantes de múltiples confesiones.
Francisco será sepultado en la Basílica de Santa María la Mayor, en la Capilla Paulina, según su testamento. Allí reposará sin epitafios, sin mármol, sin ornamentaciones, solo con su nombre en latín: Franciscus. La elección del lugar y la simplicidad de su tumba son un reflejo de su estilo de vida: un pontificado centrado en los pobres, la misericordia y la cercanía con la gente común.
Con su entierro fuera del Vaticano, Francisco rompe una tradición de más de un siglo y vuelve a sorprender con un gesto de profunda humildad. Su decisión de reposar frente al ícono de la Salus Populi Romani, al que acudía an
tes y después de cada viaje apostólico, es también un acto simbólico de fidelidad a su pueblo y a su fe.
En la noche del lunes, el rito de despedida fue íntimo y sereno, acompañado por plegarias en silencio y lágrimas discretas. Como en 2005 con la muerte de Juan Pablo II, el mundo se une ahora en un mismo luto, en torno a la figura de un hombre que renovó el papado con gestos más que con palabras.
Entre los asistentes confirmados al funeral se encuentran el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien viajará a Roma con su esposa Melania, y el presidente de Francia, Emmanuel Macron. La dimensión global del homenaje habla de un papa que trascendió credos, fronteras y divisiones políticas.
Francisco, el papa que eligió llamarse así por San Francisco de Asís, deja una huella indeleble en la historia contemporánea. Su legado pastoral, sus reformas internas, su lucha contra los abusos y su énfasis en una Iglesia en salida quedarán grabados como pilares de una nueva etapa en el catolicismo.
Hoy Roma se prepara para despedir al pastor de los sencillos. Y el mundo, para recordar a un papa que vivió sin pretensiones y murió fiel a sus convicciones.
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