
Tras protestas y bloqueos en el centro de Bogotá, voceros indígenas ofrecieron disculpas formales y denunciaron falta de reconocimiento oficial y diálogo con el Gobierno
En un giro significativo, Edwin Andrés Chávez Rivera, consejero mayor de los pueblos indígenas de Nariño, tomó la palabra en la plenaria del Senado para pedir disculpas públicas al pueblo bogotano, al tiempo que denunció la infiltración de personas ajenas a su causa que alteraron el orden. La intervención fue contundente: Chávez enfatizó que las comunidades indígenas no se esconden y que mantienen una lucha legítima por el reconocimiento de sus derechos y la construcción de políticas públicas que los incluyan.
Las comunidades representadas —Nasa, Pastos, Quillacinga y Misak, entre otras— alegan que no hacen parte de ninguna organización nacional ni tienen asiento en mesas de concertación con el Gobierno, por lo que exigen al presidente y a los ministerios el reconocimiento como pueblos originarios. Esta exclusión, aseguran, ha dificultado su acceso a servicios básicos como la educación y ha retrasado la ejecución de presupuestos en sus territorios.
Por su parte, el Distrito ha señalado que la Plaza de Bolívar no es un lugar adecuado para su permanencia prolongada. Gustavo Quintero, secretario de Gobierno, indicó que las conversaciones continúan y que se espera que las comunidades acepten trasladarse al parque El Renacimiento. Mientras tanto, las entidades distritales mantienen presencia activa para garantizar el respeto a los derechos humanos y el orden público.
Desde el Ministerio del Interior se insistió en la necesidad de una atención integral que combine el respeto a las expresiones sociales con una organización logística adecuada. Aunque reconocen la corresponsabilidad en la atención de los pueblos indígenas, recalcan que la Alcaldía de Bogotá debe asumir el liderazgo en la disposición de un espacio digno para su estadía.
Este episodio vuelve a poner sobre la mesa la deuda histórica con las comunidades indígenas que, más allá de los actos de protesta, claman por ser escuchadas, reconocidas y tenidas en cuenta en la toma de decisiones nacionales. La disculpa pública en el Congreso es un gesto que marca un precedente en el diálogo intercultural, pero también un llamado urgente a resolver de fondo las causas estructurales del descontento indígena.
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