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Silencio mortal en Bogotá revive la guerra verde que nunca terminó

Digital News

Nacionales | Juan Esteban Restrepo

El asesinato del esmeraldero Hernando Sánchez reabre viejas heridas, mientras la DEA sigue el rastro del poder detrás de las piedras preciosas

Artículo
El asesinato de Jesús Hernando Sánchez Sierra, uno de los esmeralderos más influyentes de Colombia, sacudió no solo a Bogotá, sino a toda la región esmeraldera del país. A plena luz del día y con la precisión escalofriante de un francotirador, Sánchez fue abatido frente a su residencia en un lujoso condominio del norte de la capital. La escena, casi un calco del homicidio de su socio y amigo Juan Sebastián Aguilar, conocido como Pedro Pechuga, ocurrido ocho meses antes en el mismo lugar, ha encendido todas las alarmas.

Ambos crímenes comparten un patrón meticuloso y brutal: ataques a distancia desde los cerros orientales, sin dejar rastro inmediato del asesino. Las similitudes llevaron a que la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA) solicitara información formal sobre el asesinato, tras haber recibido alertas de posibles nexos entre el mundo de las esmeraldas y operaciones de lavado de dinero por parte de mafias transnacionales.

Sánchez, de 62 años, no era un nombre cualquiera. Era socio y directivo de Esmeraldas Santa Rosa, una compañía con vínculos históricos con las dinastías Molina y Carranza, herederas del antiguo imperio esmeraldero. La empresa ya estaba bajo la mirada de agencias de inteligencia por su supuesta infiltración por redes criminales con poder de fuego, influencia económica y capacidad de corrupción.

La muerte de Sánchez no solo deja a su familia en duelo, sino que reabre el temor de una reactivación de la llamada guerra verde, un conflicto sangriento que en los años ochenta y noventa dejó cientos de muertos en las regiones de Muzo y Boyacá. Aunque se hablaba de una paz precaria entre clanes esmeralderos desde hace más de una década, las recientes muertes apuntan a que esa tregua podría haberse roto definitivamente.

Fuentes cercanas a la investigación aseguran que existe un listado de objetivos elaborado desde la cárcel La Picota por miembros del clan de Pedro Orejas, extraditado a Estados Unidos por narcotráfico. Ese documento, revelado por este medio el año pasado, ha cobrado siniestra vigencia: todos los nombres incluidos han sido asesinados uno a uno.

El caso se complica aún más con los antecedentes. Sánchez había sobrevivido a un atentado en la zona T de Bogotá, donde perdió un ojo y un riñón. Y Digital News ya había informado de un plan para asesinarlo con un lanzacohetes en su oficina del centro. Pechuga, por su parte, también escapó de otro intento de asesinato por francotirador meses antes de su muerte.

Hoy, la Fiscalía y la Policía anuncian operativos especiales tanto en Bogotá como en la zona esmeraldera. Sin embargo, voces en Boyacá denuncian que el Estado sigue subestimando la gravedad del resurgimiento de los narcoesmeralderos, una estructura que mezcla legalidad, violencia, y negocios ilícitos con total impunidad.

Mientras la DEA conecta los hilos de las muertes con operaciones internacionales de lavado de activos y tráfico de drogas, los fantasmas de la guerra verde acechan nuevamente. La historia parece repetirse en una industria donde el poder se mide en quilates y los enemigos se eliminan con silenciador.

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