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Trump sacude el tablero geopolítico en Medio Oriente con un giro inesperado

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Internacional | Por: Ethan Lyn Chen


Su encuentro con el nuevo líder sirio y el levantamiento de sanciones reconfigura el juego regional

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En una región acostumbrada a discursos predecibles y movimientos calculados, Donald Trump ha vuelto a hacer lo impensable. Durante una visita envuelta en boato y simbolismo, el expresidente estadounidense no solo estrechó la mano de un antiguo enemigo, sino que también anunció el levantamiento de sanciones contra Siria, sorprendiendo a aliados, adversarios y miembros de su propio equipo de seguridad nacional.

La escena ocurrió el 14 de mayo en Riad, Arabia Saudita. En una sala discreta, entre cortinas doradas y cámaras en silencio, Trump se reunió con Ahmed al-Sharaa, el flamante presidente de Siria y exyihadista por quien hace apenas un año Estados Unidos ofrecía una recompensa millonaria. Ningún presidente estadounidense se había sentado frente a un líder sirio en más de dos décadas. Y sin embargo, ahí estaban: sonriendo, dándose la mano.

Lo que sucedió después fue aún más desconcertante. Ante un foro de inversionistas, Trump subió al estrado con su estilo habitual —acompañado por los acordes de "God Bless the USA"— y dejó caer la bomba: Estados Unidos retiraba las sanciones contra Siria. La sala se levantó en aplausos. “Buena suerte, Siria”, dijo. “Muéstranos algo muy especial”.

Este movimiento, aparentemente improvisado, marca un drástico viraje en la política estadounidense en la región. Ya no son los halcones los que dictan la hoja de ruta, sino una nueva generación de pragmáticos que buscan resultados, no guerras eternas.

En el trasfondo, Arabia Saudita desplegó toda su maquinaria diplomática para agasajar a Trump: F-15 escoltando su avión, cenas reales, acuerdos económicos estratosféricos y hasta un McDonald’s móvil para halagar su debilidad por la comida rápida. No era solo hospitalidad: era cálculo. Los saudíes sabían que estaban tratando con un presidente que responde más a gestos teatrales que a memorandos técnicos.

Y Trump respondió. Durante su discurso, elogió abiertamente al príncipe heredero Mohammed bin Salman y a su padre, el rey Salman, insinuando el inicio de una “época dorada” en Medio Oriente. Pero lo que realmente dejó a todos perplejos fue su autocrítica: acusó a los “constructores de naciones” de haber destrozado la región y ensalzó a las autocracias como modelos de orden y progreso.

La exclusión casi total de Israel en su discurso también fue reveladora. Solo mencionó brevemente los Acuerdos de Abraham y pidió paciencia a los saudíes. Para muchos, este tono sugería una postura más distante, menos intervencionista, tal vez más honesta. O quizá, simplemente, otra maniobra de alto impacto, como tantas otras en su historial.

La comunidad internacional ha quedado en vilo. Trump desestimó los consejos de sus propios asesores en defensa y política exterior. Ignoró las advertencias legales. Y sin embargo, allí estaba, proclamando una reconciliación con Siria y ofreciendo su respaldo a un líder con un pasado oscuro y un presente incierto.

Los efectos se sintieron de inmediato. Turquía, con quien Trump también se reunió, apoyó abiertamente la decisión. Irán, sorprendido por la caída del régimen de Assad, interpretó el gesto como una posible apertura. Líbano, por su parte, lanzó señales de distensión y mostró disposición a desarmar a Hizbulá, en un giro tan inesperado como el de Siria.

Pero la gran pregunta sigue abierta: ¿será esta una nueva doctrina Trump, o solo otro episodio fugaz? Porque, apenas semanas antes, el mismo hombre que ahora hablaba de paz y moderación había ordenado bombardeos contra los hutíes en Yemen y respaldado la ofensiva israelí en Gaza.

La historia reciente aconseja cautela. Trump es volátil, cambiante, imprevisible. Su política exterior no responde a lógicas tradicionales, sino a impulsos momentáneos. Lo que hoy es una “época dorada”, mañana puede ser otro frente abierto.

Y sin embargo, esta visita al Golfo —tan cargada de simbolismos y rupturas— deja un sabor diferente. Tal vez, solo tal vez, estemos viendo el inicio de un cambio profundo. Uno que redefine no solo el papel de Estados Unidos en la región, sino también las reglas mismas del poder en Medio Oriente.

El suspenso continúa.

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