
La séptima entrega promete emociones clásicas, pero también enfrenta dudas sobre su frescura
Dirigida por Gareth Edwards —conocido por su enfoque visual grandilocuente en cintas como Rogue One— y protagonizada por una dupla inesperada: Scarlett Johansson y Jonathan Bailey, esta entrega se desmarca de sus predecesoras al proponer una historia independiente, sin vínculos directos con los personajes de anteriores filmes. La película transcurre cinco años después de “Jurassic World: Dominion”, en una isla remota donde una nueva generación de dinosaurios, aislados y genéticamente alterados, han desarrollado conductas impredecibles… y peligrosas.
Aunque algunos medios como Empire Magazine y Collider han destacado el regreso del “suspenso clásico, atmósferas opresivas y secuencias memorables”, otras voces han sido más críticas. The Hollywood Reporter, por ejemplo, señala que la trama se sostiene más en la nostalgia que en un desarrollo narrativo sólido, y que la espectacularidad visual no logra ocultar ciertos vacíos emocionales.
Uno de los elementos más comentados es la transformación de los dinosaurios: ya no solo representan una amenaza para los humanos, sino entre ellos mismos, con escenas que evocan una jerarquía salvaje y nuevas especies dominantes. Esa violencia intrínseca ha sido interpretada por algunos como una metáfora de la humanidad enfrentada a su propia creación, aunque para otros, solo añade ruido a un guion que parece ir en círculos.
La actuación de Scarlett Johansson ha recibido elogios por su contención dramática, interpretando a una paleontóloga que debe enfrentarse a su pasado, mientras Jonathan Bailey encarna a un científico pragmático que oculta un secreto clave sobre la isla. La química entre ambos funciona, aunque no logra romper esquemas dentro del género.
A pesar de la división crítica, “Jurassic World Rebirth” parece destinada a arrasar en taquilla, impulsada por el peso de su marca y la sed del público por grandes aventuras cinematográficas. Sin embargo, la pregunta que persiste es inevitable: ¿es este un verdadero renacer… o un eco prehistórico de una gloria que ya se extinguió?
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