
Organizada por el Instituto Distrital de Recreación y Deporte (IDRD), esta competencia ha logrado consolidarse como un evento que va más allá del deporte, convirtiéndose en una experiencia de superación personal. La carrera se realiza a una altura que supera los 3.000 metros sobre el nivel del mar, lo que añade un componente fisiológico clave: la dificultad respiratoria producto de la altitud.
Los corredores están distribuidos en tres categorías: Mayores (18 a 39 años), Máster A (40 a 49 años) y Máster B (50 a 69 años), tanto para hombres como para mujeres. Cada uno deberá prepararse con especial atención, pues el ascenso no da tregua y exige una preparación física y mental óptima.
Rafael Baracaldo, preparador físico del IDRD, explicó que el éxito en esta competencia no solo depende del entrenamiento previo, sino también de los cuidados en los días y horas antes del evento. “Dormir bien, mantenerse hidratado y evitar bebidas alcohólicas o energizantes es fundamental. El cuerpo necesita estar en su mejor estado para resistir un ascenso tan demandante”, aseguró.
Los expertos también recomiendan consumir alimentos con alto contenido de carbohidratos antes de la prueba, como caldos, pastas o aguapanela. Durante el recorrido, el control de la respiración y la frecuencia cardiaca será esencial para evitar sobreesfuerzos. También se aconseja utilizar ropa y calzado previamente probados, cómodos y adaptados al terreno.
La Sube Monserrate no solo es una carrera, es un rito. Es una forma de medir el temple, la voluntad y la capacidad de mantener el paso cuando las piernas tiemblan y el aliento escasea. La prueba representa un viaje simbólico de conexión con el cuerpo, la mente y el entorno natural de la ciudad.
Este año, con las nuevas directrices del IDRD y un mayor enfoque en la seguridad y bienestar de los participantes, la organización ha reforzado su acompañamiento logístico y médico durante todo el recorrido. Ambulancias, puntos de hidratación, fisioterapeutas y personal de primeros auxilios estarán dispuestos a lo largo del trayecto.
A pesar de su dureza, la Sube Monserrate se ha ganado un lugar especial entre los corredores aficionados y profesionales del país. Cada año crece el número de inscritos, muchos de los cuales ven en esta competencia una oportunidad de superar marcas personales, vencer miedos o simplemente disfrutar del paisaje bogotano desde otra perspectiva.
Además del aspecto deportivo, el evento promueve la apropiación del espacio público y el reconocimiento de uno de los sitios más visitados de Colombia. Monserrate no solo es un destino religioso, es también un reto físico que une a miles de personas en una jornada cargada de esfuerzo, adrenalina y espíritu deportivo.
El llamado del IDRD es claro: más allá de la competencia, lo importante es vivir la experiencia con responsabilidad, preparación y conciencia del cuerpo. La montaña está lista. Bogotá también. Ahora, el ascenso depende de cada paso.
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