El proyecto avanza en el Congreso, pero enfrenta su prueba decisiva en el Senado antes de que expire el período legislativo.
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La reforma laboral del Gobierno colombiano ha cruzado una de sus barreras más complejas: el tercer debate en el Congreso. Sin embargo, lejos de ser una victoria definitiva, este avance marca el inicio de una carrera contra el tiempo. El proyecto, que promete transformar el panorama del trabajo en Colombia, deberá enfrentar su cuarto y último debate en la plenaria del Senado antes del cierre del actual período legislativo. Si no lo logra, todo podría desvanecerse.
La tensión es palpable. Cada paso del trámite ha sido objeto de encendidas discusiones entre bancadas divididas, sectores empresariales en alerta y sindicatos expectantes. La reforma, promovida como un intento por corregir desequilibrios estructurales y reducir la informalidad laboral, también ha despertado temores por su posible impacto en la empleabilidad y la sostenibilidad de las pequeñas y medianas empresas.
Una travesía cargada de resistencia
Desde su presentación inicial, la propuesta ha estado rodeada de polémica. Modificaciones a la jornada nocturna, mayores garantías para la estabilidad en el empleo y nuevas condiciones para contratos temporales son algunos de los puntos más debatidos. Las comisiones conjuntas de Senado y Cámara dieron luz verde en los primeros tres debates, pero lo hicieron no sin fuertes advertencias de sectores de oposición y gremios productivos.
A pesar de ello, el Ejecutivo mantiene su narrativa: esta es una reforma para dignificar el trabajo. Voceros del Gobierno aseguran que lo que está en juego es una oportunidad histórica para actualizar la legislación laboral a los desafíos del siglo XXI. En contraste, la oposición insiste en que el proyecto llega en un momento económico frágil y podría generar efectos adversos.
El Senado, última muralla… y el tiempo, enemigo silencioso
Con la aprobación en tercer debate, la iniciativa entra en su fase más decisiva. La plenaria del Senado se convierte ahora en el escenario final. Pero no hay certezas. La agenda legislativa está cargada, los votos no están garantizados y el tiempo apremia. Si la reforma no es discutida y aprobada antes del 20 de junio —fecha en la que concluye el actual período legislativo— quedaría archivada, obligando a reiniciar todo el proceso desde cero en una nueva legislatura.
El ambiente en el Congreso es de expectación y presión. Mientras los defensores de la reforma piden celeridad y responsabilidad histórica, sus detractores alertan sobre la necesidad de una evaluación técnica y sin improvisaciones. En este pulso de intereses, los trabajadores colombianos observan expectantes.
¿Habrá reforma laboral o quedará como promesa frustrada? Las semanas que vienen no solo definirán el futuro de una ley: podrían marcar un antes y un después en las condiciones laborales del país.
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