
El posible bloqueo dispararía el precio del petróleo y pondría en jaque la economía mundial
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Golfo Pérsico, 23 de junio de 2025. La tensión ha llegado al punto de ebullición. Irán ha puesto sobre la mesa una carta que podría detonar una crisis sin precedentes: el cierre del estrecho de Ormuz, la arteria por la que fluye casi una quinta parte del petróleo que mueve al mundo. La mera posibilidad ya sacude los mercados, pero su ejecución sería, según expertos, una bomba económica de alcance global.
El Parlamento iraní ha aprobado una moción que autoriza el bloqueo del estrecho, en aparente represalia por los recientes bombardeos estadounidenses sobre instalaciones nucleares en Fordo, Natanz e Isfahan. La decisión, calificada por muchos como un acto de desesperación, amenaza con alterar violentamente el equilibrio energético planetario.
Ormuz, con apenas 55 kilómetros de ancho en su punto más estrecho, canaliza diariamente cerca del 20% del petróleo y el 30% del gas natural licuado del planeta. Cualquier intento de clausura no solo asfixiaría las exportaciones de las monarquías del Golfo, sino que dispararía el precio del crudo por encima de los 150 dólares por barril, según proyecciones de BCA Research.
“El impacto sería brutal. Desde el precio del combustible hasta el pan en la mesa, todo subiría”, advirtió Marko Papic, estratega en jefe de la firma. Europa y Asia, con una alta dependencia de los suministros del Golfo, serían las primeras víctimas. Pero el efecto dominó alcanzaría a todos los rincones del planeta.
Mientras tanto, superpetroleros comienzan a desviar sus rutas hacia el cabo de Buena Esperanza y otras vías secundarias, encareciendo aún más el transporte de hidrocarburos. Los mercados de futuros reflejan la incertidumbre: el crudo ya ha subido un 7% desde el anuncio iraní.
Desde Bruselas hasta Pekín, las capitales del mundo piden calma. Pero en el estrecho de Ormuz, el silencio de las aguas puede volverse rugido en cuestión de horas.
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