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Doha, 24 de junio de 2025. En medio del sofocante calor del desierto y la frialdad diplomática que sigue a cada estallido de violencia, una nueva sombra se cierne sobre el Golfo Pérsico. Irán ha lanzado una ofensiva con misiles contra la base militar estadounidense de Al Udeid, ubicada en las afueras de Doha, capital de Qatar, provocando una ola inmediata de repudio entre sus vecinos árabes. El eco de los proyectiles no solo retumbó en el cielo nocturno de la región, sino también en los salones del poder de Medio Oriente.
Arabia Saudí, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos y Baréin reaccionaron al unísono. En comunicados oficiales, los gobiernos calificaron el ataque como una "violación inaceptable del derecho internacional" y una afrenta directa a la estabilidad regional. Para muchos, esta acción marca un nuevo punto de quiebre en una zona donde la tensión ya era alta.
La ofensiva fue llevada a cabo por el Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica de Irán bajo el nombre de “Operación Anuncio de la Victoria”, en aparente respuesta a recientes bombardeos estadounidenses sobre instalaciones nucleares iraníes. Aunque el Pentágono confirmó que no hubo víctimas, el mensaje geopolítico fue claro: el conflicto no conoce fronteras.
Arabia Saudí expresó su "pleno respaldo" a Qatar, su antiguo rival diplomático, en un gesto que revela la gravedad del momento. Baréin y Kuwait decidieron cerrar temporalmente su espacio aéreo, mientras que Omán, tradicional mediador, urgió un "cese inmediato de hostilidades" y apeló a la vía diplomática.
Qatar, anfitrión de la base más estratégica de EE. UU. en Oriente Próximo, condenó la agresión y la calificó como una violación flagrante de su soberanía. “Nos reservamos el derecho a responder en el marco del derecho internacional”, advirtió el Ministerio de Exteriores qatarí en una declaración tan contenida como contundente.
A nivel global, la comunidad internacional mantiene la respiración contenida. Las grandes potencias llaman a la moderación, pero detrás de cada declaración formal se esconde un temor creciente: que esta nueva escalada no se detenga en los discursos.
En una región donde cada misil tiene ecos históricos y cada respuesta puede detonar un conflicto mayor, la noche de Doha parece haber sido solo el preludio de algo más profundo. Un silencio tenso recorre ahora el Golfo. Y todos se preguntan: ¿cuál será el próximo movimiento?
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