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El bloqueo a la consulta de Petro reaviva la tensión institucional en Colombia

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Política | Por: Santiago Valencia Córdoba


Una decisión del Senado que detiene la participación ciudadana y agudiza la fractura democrática

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En un giro inesperado que sacude las bases del sistema político colombiano, el Senado de la República ha rechazado la propuesta del presidente Gustavo Petro de convocar una consulta popular. La iniciativa, que pretendía abrir un canal de participación directa sobre reformas estructurales, fue frenada por la mayoría legislativa, provocando una reacción inmediata del mandatario: solicitar una nueva votación.

Pero esta no es solo una derrota simbólica para el Ejecutivo. Detrás del bloqueo emerge un panorama inquietante, donde el sistema democrático parece entrar en una etapa de resistencia, tensiones ocultas y riesgos de parálisis. ¿Qué está en juego realmente con este rechazo? ¿Es un mecanismo legítimo de control o un punto de inflexión hacia una crisis institucional?

El fantasma de la obstrucción total

La negativa del Senado ha sido interpretada en algunos sectores como un movimiento estratégico de la oposición para limitar cualquier margen de acción del presidente. Aunque el Congreso tiene la facultad de revisar y rechazar propuestas, la forma en que se ha cerrado el paso a la consulta levanta sospechas sobre una lógica de cerco político: un bloqueo no solo legislativo, sino simbólico, que impide al ciudadano participar de las decisiones más trascendentales.

En este contexto, la democracia no se erosiona solo por golpes o dictaduras. A veces, el silencio institucional, el estancamiento del diálogo y el uso sistemático del “no” también desgastan la legitimidad del poder.

Tensión en aumento, gobernabilidad en entredicho

El presidente Petro ha advertido que insistirá, apelando a la legitimidad del voto popular y al derecho constitucional de la ciudadanía a ser consultada. Sin embargo, la probabilidad de que el Congreso cambie su postura es mínima. Y es aquí donde la tensión escala: la desconexión entre los poderes del Estado podría trasladarse a las calles, donde las movilizaciones sociales y las narrativas de resistencia podrían intensificarse.

Mientras tanto, la incertidumbre se convierte en el nuevo normal. ¿Se avecina una confrontación prolongada entre el Ejecutivo y el Legislativo? ¿Están las instituciones preparadas para resistir un periodo de bloqueo mutuo sin que se resienta la estabilidad del país?

Un laberinto sin salida aparente

Analistas consultados señalan que el rechazo a la consulta marca un precedente peligroso: si toda iniciativa presidencial es abortada antes de nacer, el país podría entrar en una fase de disfunción crónica. Las reformas sociales, económicas y políticas —muchas de ellas necesarias y largamente postergadas— podrían quedar atrapadas en una guerra política sin cuartel.

La pregunta, entonces, ya no es solo si el Congreso tiene derecho a decir “no”, sino qué consecuencias tiene convertir ese “no” en regla general. En democracias frágiles, el estancamiento puede ser tan corrosivo como la imposición.

Colombia, otra vez, se encuentra en una encrucijada. Lo que ocurra en las próximas semanas no solo definirá el destino de una consulta, sino quizás el modelo mismo de gobernabilidad para los años venideros.

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